El día agonizaba mientras Mariana, sin nada que hacer, cambiaba los canales de su televisor con la mirada perdida. Era un día de esos en los que ella podía descansar, ya que su trabajo siempre requería de mucha concentración y le resultaba casi imposible tener tiempo libre. De manera casi instintiva se detuvo en un canal de pornografía; en ese momento supo que su imaginación podría volar más allá de lo que pensaba y el placer se empezó a apoderar de ella.
En un acto de lujuria, comenzó a tocarse; primero tocó sus pechos, se mojo los dedos con la lengua y llevó sus manos hacia su vagina. La escena para adultos seguía transcurriendo en el televisor y Mariana, cada vez más mojada, se tocaba con los ojos cerrados y extasiada de placer. Después de unos cuantos minutos susurró: “sí… así, así…”.
Mariana llegó a su punto máximo de excitación y de placer, al abrir los ojos, se dio cuenta de que alguien la observaba desde la ventana. Era Santiago, vecino del edificio de enfrente y cuyo nombre conocía por mera casualidad.
Pasaron los días.
Mariana veía desde su ventana a Santiago. Lo observaba cuando salía de la ducha. Cuando desayunaba y hasta cuando tenía relaciones con su prometida.
Una mañana sonó una campana, era el camión de la basura. Mariana bajó en bata, pues se acababa de salir de bañar y casi, como golpe de suerte, se topó con Santiago. Ella no supo que decir pero sintió como su vagina se humedecía. Sus miradas penetraron hasta lo más profundo del deseo pero cada uno subió a su departamento.
Mariana seguía observando a Santiago y Santiago a Mariana. Una mañana Mariana salía de la ducha y vio como Santiago discutía con su prometida, quien abandonó el departamento de Santiago para después salir en su auto a toda prisa.
“Es mi oportunidad”, pensó Mariana. Se puso una tanga, un vestido corto, una gabardina y salió a toda prisa hacia el departamento de Santiago. Parada en la puerta, los nervios se apoderaban de ella, pero de forma valiente y casi instintiva, tocó el timbre. Santiago abrió la puerta sorprendido por aquella mujer que tanto deseaba; la invitó a pasar.
La plática fue corta y las miradas llenas de intenso placer.
Mariana no aguantó más y se quitó la gabardina con la frase “hazme lo que le haces a ella”. Santiago, sin dudarlo, la tomó por el cabello y la amarró a una silla. Comenzó por lamer cada parte de su cuerpo y la penetró como si de una bestia se tratase.
Mariana tuvo diferentes sensaciones, pues el deseo y el placer se había apoderado de ella. Cuando por fin terminaron aquel acto salvaje, Mariana volvió a su departamento. A los 20 minutos de haber regresado, sonó el timbre del departamento de Santiago, era su prometida que había vuelto para pedirle perdón. Mariana fue testigo de aquel sexo de reconciliación entre Santiago y su prometida.
Desde aquel momento Mariana sigue masturbándose con la ventana abierta y de vez en cuando, visita a Santiago para conversar con él.
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