Mi nombre es Javier, estoy en mis 30’s y trabajo en una empresa de seguros. Por mi trabajo, me toca salir mucho a carretera y es normal que me toque pasar la noche en algún hotel sobre el camino para descansar un poco y reponer energías.
Normalmente tenía problemas para encontrar un buen lugar en donde quedarme; hasta que alguien me recomendó la app de Sixtynite, y, no es por hacer comercial, pero de verdad que me ha hecho la vida tan rica… por eso les escribo… quiero darles las gracias por algo que me pasó, y que no habría sido posible sin ustedes. ¡Bravo muchachos!
Bueno, como les decía, me toca dormir fuera de casa muy seguido; hace menos de un mes, venía de regreso sobre la México – Laredo, por la altura de Tlalnepantla, cuando ya el cansancio me vencía. Entonces me orillé un poco, y me estiré para no quedarme dormido. Una camioneta color gris se orilló detrás de m. La puerta se abrió y de ahí bajó una chava, de muy buen ver, y caminó hacia mi coche. Yo alcancé a verla por el retrovisor. Traía unos pantalones de mezclilla de esos bien apretaditos, y una playera blanca de tirantes, se asomaba el escote de su brassiere color negro… lentes de sol, el cabello amarrado en una cola de caballo… toda una visión. Antes de que me pudiera dar cuenta, ya estaba pegando con sus dedos en mi cristal, así que bajé la ventanilla y me sonrió:
“Hola, oye, un favor… algo le está fallando a mi coche y creo que no voy a llegar a donde voy, ¿será que me podrías hacer favor de checar qué tiene? Te prometo que te pago”, aunque la verdad eso de arreglar coches nunca se me ha dado bien, no podía dejar pasar la oportunidad de platicar un ratito con tremendo mujerón.
La chava me dijo que se llamaba Lorena, y que iba de paso, tenía que llegar a Pachuca para alcanzar a su novio. Yo le dije mi nombre e intentaba no fijarme tanto en su escote… se veía riquísimo, esa es la verdad. Pero ya saben, el respeto, ante todo.
Después de revisar el motor y darme cuenta de que aquello iba para largo, me recargué en la camioneta para estirarme. Estaba muy cansado y ella también. Fue cuando de su boquita se escaparon esas palabras mágicas: “¿Oye, sabes de algún lugar donde me pueda quedar por aquí?” Y como un milagro, todo mi cansancio se desvaneció. Y que abro la app, y que busco un hotel cercano, y que le enseño a la Lorenita que el Auto Hotel Las Vegas estaba cerca… y que le digo que yo también estaba muy cansado, y que de hecho estaba pensando en quedarme a dormir cerca. Entonces ella cerró muy bien su camioneta, y que se sube a mi coche, así, sin pedir permiso “¿Me das un aventón?” Le di click al botoncito de “Llévame” y en menos de diez minutos ya estábamos a la entrada del paraíso… yo muy caballeroso estacioné el carro y caminé hasta la recepción para pedir dos habitaciones… Cuando la recepcionista estaba a punto de darme las llaves, que se acerca Lorena y que le dice: “¡No! Una sola habitación… la que vimos en la app, con Jacuzzi… para descansar…” Y pues ni modo de negarme, ¿no? Tan pronto como entramos a la habitación, Lorena corrió a preparar el Jacuzzi. “Es que así descanso mejor… tú también deberías meterte” mientras la tina se llenaba, ella se iba quitando su ropa… así, sin pena… frente a mí para que la viera muy bien. Tenía un par de pechos deliciosos, su piel morena se veía suavecita, se dejó puesta esa tanguita negra de encaje y muy despacio se acercó a mí. Yo la estaba viendo con cara de “No lo puedo creer” sentado en una orillita del siempre bienvenido potro del amor. Sin decir nada, tomó mis manos y las puso sobre sus pechos… cerró los ojos, luego chupó uno de mis dedos… y lo deslizó hasta uno de los hilos de su tanga, hizo que se la bajara y me empujó para quedar totalmente recostado sobre el potro; Lorena se montó sobre mí, me besó como si no hubiera besado a nadie en semanas, me mordió los labios, y antes de que pudiera quejarme del dolor, se me escapó un “Ahhh” al sentir que estaba dentro de ella. La Lorenita se comenzó a mover como una salvaje, me enterraba las uñas en la espalda, me mordía el cuello, gemía de placer… como si todo estuviera fríamente calculado, se puso de pie de un brinco y corrió al jacuzzi que ya estaba en su punto. Con un movimiento de cabeza me llamó y tan pronto como estuve sumergido, la deliciosa chiquita tomó aire y me devoró… sí, debajo del agua… ¡Qué suerte la mía! Yo la tomaba por el cabello, le hacía saber con qué velocidad comerme, y ella parecía toda una experta porque me hizo ver estrellitas. Comencé a acariciar su cuerpo húmedo, su piel tersa se erizaba al paso de mis manos, pude alcanzar sus nalgas, la apreté fuerte y entonces se dio la vuelta dejándome ver toda esa ricura… tuve que saborearla; sus nalgas exquisitas estaban ahí, frente a mí, dispuestas a que les hiciera lo que se me antojara.
Lorenita jadeaba, estaba excitadísima y yo ni qué decir. Tomó una de las toallas que estaban a un lado de la tina y me la dio: “Sécate, quiero que me des en la cama”. Salió del jacuzzi, yo detrás de ella, y corrió a ponerse en cuatro sobre la King Size. La penetré con todas mis fuerzas, ella gemía, pedía más y más, más fuerte; quería que le diera todo lo que tenía. Sus nalgas golpeaban contra mis piernas, la vista era: Increíble.
Comenzó a mover su cadera más rápido, me estaba dando toda una sesión de placer; supe que estaba lista, y ya no pude más; dejó escapar un grito que me supo a gloria, y justo después de eso, seguí yo… ¡Qué delicia estar dentro de ella!… Sin decir palabra, Lorena se dejó caer sobre la cama, conmigo a un lado… dormimos.
Cuando desperté a la mañana siguiente, Lorena ya no estaba en la habitación. Pero dejó una nota sobre la cama que decía: “Espero te haya gustado el pago por ayudarme con mi camioneta”.
No he vuelto a saber de Lorena, pero si algo tengo que decirles es: ¡Son grandes, Syxtinite!