Hace una semana se me ocurrió salir de fiesta con mi chica; fuimos a bailar, y después de unos buenos drinks y mucho baile, Carlita me dijo que ya tenía sueño y que se quería ir a casa. Pero mientras me decía eso, me sonreía con esa carita que me pone de verdad mal. Entonces le pregunté si no tenía ganas de ir a “descansar” a un lugar cercano y al día siguiente regresábamos a casa, con toda la calma del mundo… pues Carlita me dijo que sí.
Como ustedes nunca me fallan, lo único que tuve que hacer fue buscar un hotel cercano y entre las opciones de Sixtynite, apareció el riquísimo Hotel Senador. ¿Qué les digo? Llegamos en menos de lo que canta un gallo, y elegimos la habitación King Size. Carlita entró, se puso cómoda, y mientras yo me daba un rico baño, ella entró tras de mí. Sus manos se deslizaban por mi espalda, cuando me di la vuelta me di cuenta de que ella ya estaba desnuda, el agua le caía por sobre todo el cuerpo, y antes de que yo pudiera decirle cualquier cosa, se arrodilló frente a mí.
Ese simple movimiento me puso de lo más cachondo, así que dejé a Carlita hacer lo que tuviera ganas de hacer… Carlita sonrió; enjabonó una de sus manos y comenzó a jugar conmigo, ya saben cómo… yo acariciaba su cabello mojado e intentaba mantener el equilibrio, aunque era muy difícil pues no podía evitar cerrar los ojos. Era un momento delicioso.
Después de unos jaloncitos más, salimos de la regadera, nos secamos un poco, y arrojé a Carla sobre la riquísima King Size, estaba entre adormilada por la bebida, y con ganas de hacer de todo. Me pidió que la comiera… así como lo oyen. Separó sus piernas, y quedó así, frente a mí, ansiosa de mi boca. Comencé a estimularla despacio, ella se retorcía de placer, y dejaba escapar unos gemidos suaves que me ponían la piel chinita. Se humedecía cada vez más y yo ya no podía resistir las ganas de tomarla como se merecía. Sin avisarle le di la vuelta, quedó de boca sobre la cama, le mordí las nalgas, la acaricié con fuerza, y la penetré con todo ese deseo que ella había estado despertando en mí.
Poco a poco, Carla se fue acomodando sobre sus rodillas y comenzó a moverse como nunca lo había hecho; de un lado para otro, hacia arriba, hacia abajo… sus nalgas me tenían hipnotizado y muy pronto todo lo que tuve que hacer fue quedarme quieto pues Carla lo tenía todo bajo control.
Como su fuera toda una experta, se hizo dueña de la cama, me arrojó sobre ella, me montó con pasión. No decía nada, pero sus ojos estaban clavados en los míos; me mordía el cuello, me arañaba el pecho, se azotaba contra mi pelvis… se estaba despachando solita, para que me entiendan y yo… incrédulo porque nunca la había visto así. Retozamos con todas las ganas por toda la cama, sobre el piso de la habitación, terminamos rendidos, bien comiditos, en ese exquisito Hotel Senador.