A todos nos encanta ponernos salvajes, arrancar la ropa con los dientes; apretar, rasguñar… despedazar… ufff… es que eso de la pasión es un tema para perder la cabeza; pero, como toda buena actividad física, tiene sus riesgos… y es justo por eso, querid@s Sixtyneador@s; que en esta ocasión les vamos a hablar de las siempre incómodas, aunque nada odiadas, lesiones del amor.
FRICCIÓN
La primera lesión es una clásica de clásicas. De esas que, si no has tenido, seguro has estado haciendo algo muy mal. Ya sea que te hayan agarrado contra la alfombra, en el parque sobre el pastito… hasta en la banqueta (las ganas no conocen de lugares cómodos); a veces terminas tod@ raspad@; áreas como las rodillas, la espalda, los codos y a veces hasta la barbilla son susceptibles del juego del amor … Y no se diga cuando se te olvidó la “salivita”… Auch…
¡ABUSADOS CON LOS BORDES!
Estás dándole con gran ritmo; y todo comienza a mecerse a tu alrededor… es entonces cuando en un cambio de posición; o en un frenético ataque de placer, mueves la cabeza, estiras las piernas, quieres subir, bajar o sentarte… y te pegas contra el borde más inesperado en áreas sensibles como la cabeza… las rodillas, o el dedito más pequeño del pie… ni modo, toca aguantarse, o llegar a la batalla con tu equipo de protección para futbol americano.
AY AY AY… ¡CALAMBRES!
Siempre hemos dicho que el amor es un deporte de alto rendimiento; y, como en todo buen ejercicio, a veces hace falta calentar… ya sea que te tomes dos que tres segunditos para estirar extremidades o trotar un poco alrededor de la cama, es mejor prepararse que estar a media acción y detener toda la escena al ritmo de: ¡Espérate, espérate, se me está acalambrando la pierna!… Hazlo por ti, hazlo por tu pareja… un calambre es una de esas cosas que provocan mucha risa, y bueno… si no te pones las pilas, hasta puede apagar la llama de la pasión. (Dicen los que saben).
¡ESQUINA BAJAAAN!
Ya sabemos que te gusta experimentar emociones fuertes; que lo viste en la tele, todo el mundo dice que es extra sensual… pero; seamos honestos; no siempre se nos da muy bien eso del equilibrio, y el amor en la ducha puede ser todo un acto mortal. Pero también hablamos del amor sobre el escritorio, en el borde de la mesa; colgados de la hamaca o practicando el salto del tigre desde lo más alto del ropero… ¡Aguas con las caídas!
¡CÓMEME, RASGÚÑAME, NALGUÉAME!
Entras en el juego; todo es una sesión de sexo animal; arrancas la ropa; tiras nalgadas… clavas las uñas… total, te entregas con todo… pero a veces, se te pasa la mano… muerdes de más; dejas moretones en todas partes; la espalda de tu contrincante pasional parece afilador para gatitos, y no se diga de las manotas pintadas en plena retaguardia con un vibrante tono rojizo casi morado… y en el momento no duele, es más ¡Es delicioso! Pero ¿qué tal al día siguiente? Una caja de aspirinas y tal vez un par de curitas parecen una excelente opción.
¿Verdad que el amor sí duele? Pero cuando se hace con gusto, pues hasta las lágrimas nos saben a miel. Así que aquí la cuestión es aguantar ese dolorcito que nos deja una sonrisa en los labios… y disfrutar al máximo. Eso sí, todo consensuado, ¿eh?