Hola chicos, me llamo Carlos, soy colombiano y hace un año llegué a la CDMX. Les mando mi historia, porque quiero contarles algo que me pasó hace poco usando su app. Pero no se asusten, nada malo… de hecho, todo buenísimo.
Bien; pues desde hace tiempo estoy rentando un departamento compartido con una amiga; trabajo ocasionalmente como demostrador de productos para estética. La verdad es que no me había ido nada mal. Un día de tantos, llegué a casa, y me encontré con el novio de mi roomie sentado en las escaleras del edificio. Le pregunté que por qué no se pasaba, y él me dijo que Rebe (mi roomie) le acababa de avisar que tuvo que salir de urgencia a ver a su familia y no regresaría durante ese día. Para la mala suerte de Andrés, el novio de Rebe; se le había olvidado pedirle las llaves pues la idea era que se quedara en nuestro departamento mientras ella llegara, para que se hiciera cargo de las plantas.
Lo peor del asunto es que yo tampoco tenía mis llaves. Las había olvidado en mi recámara, y ahora estábamos los dos, sentados en las escaleras. Después de conversar unos minutos; comencé a sentirme fastidiado de esperar, y se me ocurrió pasar la noche en algún hotel cercano. Ya era tarde y no encontraríamos ningún cerrajero hasta la mañana siguiente. Así que abrí Sixtynite, y busqué algunas opciones cerca de casa. El Hotel Abastos Plaza parecía la mejor alternativa.
Comencé a despedirme de Andrés, le dije que sería mejor idea que volviera a cruzar media ciudad hasta su casa, porque yo ya me iba a descansar… Pero antes de que pudiera decirle “adiós”, Andrés me preguntó a dónde iba, y le dije que iba a quedarme en una habitación en el Hotel Abastos Plaza. No queriendo demostrar su pena, me preguntó si podía acompañarme, porque eso de volver a casa no parecía para nada buena idea. ¿Qué le iba a decir? No era como que nunca hubiéramos compartido el espacio, y, además pensé que, ya que Andresito estaba muy bacano, podría admirar desde lejos ese cuerpecillo tan bien formado que mi roomie estaba disfrutando.
Llegamos al hotel y Andrés estaba muy silencioso. Yo entendía que se pudiera sentir un poco nervioso. “Ay, Andresito, que no muerdo… yo a ti te veo como un amigo… anda, tírate a descansar que yo me doy una ducha”.
Mientras Andrés encendía la TV yo comencé a quitarme la ropa, me quedé en bóxer y alcancé a ver por el rabillo del ojo que Andrés me estaba observando… Siempre había sentido que me miraba con cierta insistencia, pero no sabía si era por curiosidad, o porque algo en mí le gustaba. Hice como que no lo noté, y me quité la ropa interior.
De pronto Andrés se acercó a mí con una actitud que me extrañó un poco. Sonreía mientras se iba quitando la ropa lentamente y yo no podía quitarle la vista de encima. Siempre había pensado que era un tipo muy atractivo, pero nunca imaginé tenerlo tan cerca. Además, era el novio de mi roomie.
Se me acerco más y me dijo: “Carlos… ¿qué piensas de mí?” … “Pues, que eres un buen tipo; quieres a Rebe…” Entonces me interrumpió: “No, no… Dime una cosa… ¿Te gusto?” Cuando preguntó esto, sonrió y pude verlo más guapo que nunca. Movió la cabeza incitándome a responder, se mordió los labios… quería jugar esa noche.
Nos sentamos en la cama y él se acomodó al otro extremo y yo no sabía si responderle o no, cuando sentí su pie recorriendo mi muslo… la piel se me puso de gallina… Muy nervioso le pregunté qué era lo que quería; y lo que me dijo, me hizo vibrar: “Quiero hacerte cosas que se me antojan desde hace mucho”. Andrés se inclinó hacia mí y me besó. Deslizó su lengua por las comisuras de mi boca; y sus manos encontraron mi miembro, que cada vez estaba más duro. Entonces me pidió que me sentara sobre el borde de la cama, acarició mi torso, mis piernas; y se arrodilló frente a mí… la tibieza de su boca se apoderó de todo mi sexo… su saliva, su aliento… me devoraba con ansiedad, con deseo; mis manos acariciaban su nuca; tenía los ojos cerrados, el instante sabía a gloria.
Nos acercamos a la cama, me ayudó a secar y yo hice lo mismo con él. Su abdomen era marcado, sus brazos también. Recorrí con mis manos los bordes de sus músculos y me arrodillé; quería darle el mismo placer que él me daba. Su glorioso, inmenso, duro sexo estaba ante mí esperando a que lo pusiera en mi boca; lo comí una y otra y otra vez y Andrés observaba con una gran sonrisa, me tomó por el cuello y marcó el ritmo con el que lo saboreaba. “Voltéate”, me ordenó, y no hice sino obedecerlo. Sobre el borde de la cama, con el corazón a tope, arrodillado y de espaldas ante él, observé sus manos, las sentí apretando mis nalgas. Se mordía los labios, suavemente acercó su rostro entre mis piernas, y lamió el rededor mis zonas más sensibles.
Lentamente comenzó a penetrarme. Ese dolor que en segundos me invadía y después esa descarga de placer. Estaba dentro de mí, y yo solo pude arrugar las sábanas con mis manos mientras intentaba no gritar. Andrés me estaba dando con tantas fuerzas. “No te muevas” me decía mientras se empujaba contra y dentro de mí; mis piernas temblaban. Ese exquisito hombre me hacía suyo.
“¿Y Rebe?” le pregunté. “Olvídate de Rebe y penétrame”, me dijo y se tiró a mi lado, dispuesto a que lo tomara. Sentir mi miembro empujando dentro de él fue una experiencia inexplicable. Estaba excitado, él se tocaba mientras me pedía más. Exploté en su interior y Andrés dejó escapar un grito ahogado que nos supo a cielo. Nos gozamos durante la noche entera entre besos y caricias, hasta quedar dormidos.
A la mañana siguiente nos vestimos, desayunamos juntos y volvimos al departamento. Rebe ya había llegado. No le hemos comentado nada del asunto, pero siempre que mi roomie sale de viaje, aprovechamos para ponernos al corriente.