Mi nombre es Renata y hoy les quiero confesar algo que me pasó hace poco.
Tengo 25 años y trabajo como mesera en una cafetería en la Condesa; ahí conozco a mucha gente, pero esta ocasión me pasó algo muy especial…
Trabajaba como todos los días cuando llegó al café una chica muy guapa, alta, de cabello largo oscuro. Iba vestida súper elegante. Ya saben, la típica chica casi modelo por la que todo el mundo se desmaya… yo no pude dejar de verla porque de verdad era guapa. Lleva unos jeans ajustados a la cadera, un top negro de tirantes, y unos botines de tacón de aguja que le daban un look extra sensual. Me pidió un expresso y tan pronto como se lo serví, me sonrió.
Pensé que esperaba a alguien, pero conforme pasaban los minutos me di cuenta que no tenía ninguna cita, y me acerqué a preguntarle si le podía ofrecer algo más. Entonces sonrío, me miró de arriba abajo, y me dijo: “No, pero si terminas temprano, te invito un café.” Su propuesta me cayó de sorpresa, pensé que estaba bromeando, así que sólo sonreí y le llevé un par de galletas, cortesía de la casa.
Mi turno estaba a punto de terminar así que les dejé la cuenta a los clientes que estaba atendiendo, incluyendo a la guapa chica, quien antes de que me retirara, extendió un billete y me dijo que me quedara con el cambio. Excelente propina, por cierto. Salí de la cafetería, y a media calle alguien me tomó por el hombro. ¡Era ella! Había caminado tras de mí.
“¿Cómo te llamas?” me preguntó. “Renata, ¿y tú?”, “Renata, lindo nombre… Yo soy Sofía… te invito un café, vamos”. Sin que me pudiera negar, me tomó por el brazo y caminamos hasta una calle cercana a uno de esos bares clandestinos a los que sólo puedes entrar con invitación. Conforme íbamos bajando por las escaleras de ese viejo edificio, las luces se iban volviendo más tenues, y los muros estaban tapizados de terciopelo rojo… toda una visión. Sofía sonreía mientras me platicaba que le había gustado el modo en que la había atendido y quería agradecerme esas galletas de cortesía.
Nos sentamos en un enorme sofá y pronto un chico se acercó a ofrecernos un par de bebidas. Había poca gente en el lugar, todos parecían muy ocupados con sus acompañantes, se besaban sin miedo; se acariciaban sin que les importara si alguien los observaba o no… lejos de sentirme incómoda, me fascinó la situación. Sofía se dio cuenta de que estaba mirando a una pareja frente a nosotras, que se estimulaba por sobre la ropa… aquello era muy intenso, y sin decir más, me besó.
Yo nunca había besado a una mujer. Pero el modo en que me sentí fue único, así que le correspondí el beso y fue como si una ola intensa de calor me recorriera el cuerpo entero. Sofía siguió besando mi cuello sin que yo opusiera resistencia, yo sólo acariciaba su sedoso cabello negro; podía ver sus pezones a través de su blusa; quería tocarlos, pero no me atrevía. Entonces ella comenzó a desabotonar mi blusa; me besaba con deseo, me tocaba por todas partes. “Acaríciame”, dijo. Entonces obedecí. Pude sentir la firmeza de sus pechos; su redondez y calor… bajé la mano por su espalda hasta su breve cintura… era todo un sueño de mujer. La excitación del lugar, de la gente que también se acariciaba, los tragos… todo era irreal.
Mientras yo acariciaba sus nalgas por sobre los jeans; Sofía deslizó su mano entre mis piernas; me acarició y mi cuerpo comenzó a vibrar. Estaba húmeda, ardiendo. Ella frotaba con sus dedos y yo separaba las piernas más y más. “Esto te va a encantar”, dijo antes de arrodillarse frente al sillón. Levantó mi falda, retiró mis pantys, y con la punta de su lengua recorrió mis muslos hasta llegar al centro. Me comió suavemente, como si estuviera disfrutando de un rico dulce; yo gemía de placer. No entendía lo que ocurría, pero era delicioso. Ella lo estaba gozando también. Mientras jugaba con su lengua, sus manos oprimían mis pezones, acariciaban mi vientre… era el éxtasis total. Yo ardía en deseos y quise darle un poco de lo que ella me ofrecía, así que la ayudé a recostarse sobre el sillón, le quité lentamente los jeans; y aspiré su húmedo aroma… comencé a besarla entre las piernas; a medida que avanzaba, ella sonreía y pedía “Más”. Comencé a probar de sus mieles; de rodillas frente a ella y sobre el sillón; dejé a mi cuerpo hacer lo que deseara… Sofía lanzaba suaves quejidos, mientras me miraba con una gran y seductora sonrisa. Estaba invadida por un deseo que no había conocido nunca. Besé a Sofía, sentí su lengua dentro de mi boca; ella me arañaba fuerte la espalda, frotaba todo su cuerpo contra el mío.
Entonces sentí como si todo se nublara; las manos de Sofía jugueteaban por todo mi cuerpo, sus piernas se enredaban en mi cintura, su cuerpo se frotaba aún más fuerte… un grito escapó de mi garganta. Una intensa explosión de colores, calor subiendo por mi espalda… tibieza sobre mis nalgas, y Sofía mordiendo mi cuello…
El éxtasis. Luego calma total, mi respiración agitada. Dormimos por breves minutos hasta que me levanté, recogí mi ropa y me fui.
No he vuelto a saber de Sofía, no he vuelto a ese lugar oculto. Pero me quedo con esa experiencia, que nunca olvidaré.