Daniela es mi novia desde hace cinco años. Créanlo o no, nunca habíamos tenido nada de “acción” porque ella decía que quería llegar virgen a los 18. Tuve que esperar mucho y aguantarme las ganas de comérmela enterita durante todo ese tiempo, pero, finalmente el día de su cumpleaños llegó. Ya habíamos platicado de lo especial que queríamos que fuera su primera vez, así que se me ocurrió hacer algo para que se sintiera sorprendida. Yo nunca había usado su app, pero uno de mis amigos me dijo que estaba muy bien. Así que me puse a buscar las mejores opciones y encontré un Hotel que, además de cercano, estaba de lujo: El Hotel Villa del Parque Elite y su habitación con Alberca.
Tuve que ahorrar un poco de dinero, pero la verdad valía la pena con tal de darle a Danielita una primera vez, de verdad inolvidable. Pasé por ella temprano, la llevé a comer, luego al cine, y para cerrar con broche de oro, llegamos a la habitación.
Cuando entramos, los dos nos quedamos con la boca abierta por que, aunque las fotos se veían muy bien, la habitación de verdad estaba genial. Daniela corrió a brincar en la cama. Estaba emocionada y tenía ganas de jugar (ya saben de qué hablo). Danielita se veía divina. No es muy alta, pero ese cuerpecito me ha hecho soñar tantas cosas… Se había puesto un vestido pegadito de color azul que se le veía… no saben… Me lancé sobre la cama para comenzar a darle besitos por todas partes, y aunque al principio Dany estaba un poco nerviosa, no opuso resistencia. Debajo de ese vestido traía uno de esos cacheteros que me vuelven loco, con un moñito muy coqueto en la parte de atrás. Yo quería arrancárselo de una vez y darme gusto. Pero tenía que ser paciente pues quería que ella disfrutara de verdad su primera vez.
Despacito le fui quitando toda la ropa y ella me acariciaba sonriendo. Bajé la mano hasta llegar a sus piernas. Estaba húmeda y tibiecita. Ya a esas alturas, yo traía una erección que no les quiero contar. Y Danielita la rozaba con sus manos como queriendo y no. Antes de que cualquier otra cosa pasara, brincamos a la alberca en donde seguimos con nuestro juego. Conforme nos sumergíamos, Dany se veía más desenvuelta, y comenzó a morderme el cuello. Entonces me dijo que me recargara contra uno de los escalones de la alberca y sin que lo viera venir, tomó un poco de aire para sumergirse.
Yo no me la creía. Daniela, mí Daniela estaba a punto de “bucear” y, de paso, darme un poquito de cariño. Sus manos tomaron fuerte mi miembro y entonces pude sentir cómo su boquita jugueteaba con todo lo mío. La verdad no le conocía esas “destrezas”, pero me tenía prendidísimo. De vez en cuando se detenía como para darme chance de respirar un poco, y ella también; para que no se nos fueran a ir las energías tan rápido. Pero la verdad es que yo ya no podía resistir, y verla en el agua, sin ropa, con esa carita de “dame cariño”, me puso más cachondo de lo que ya estaba, así que sin decirle “Agua va”, la tomé por la cintura y la senté sobre mí.
Al principio Daniela no sabía qué hacer, pero tan pronto como comencé a hablarle suavecito al oído, dejó que yo tomara el control. Sin mayor esfuerzo quedamos uno frente al otro, sus pechos tan redonditos rozándome, sus manos acariciando mi cuello. Con un movimiento maestro, la penetré. Daniela gritó un poco al principio: “Me duele” dijo, pero comenzó a moverse despacito, hacia arriba, hacia abajo… disfrutando de tenerme dentro. Poco o nada le tomó agarrar el ritmo.
Se veía guapísima. Esa niña que antes no me dejaba ni darle beso de lenguita, ahora me montaba con tantas ganas, que yo sentía que estaba a punto de terminar. Entonces le pedí que se quedara quietecita unos segundos. En vez de hacerme caso, me sacó de la alberca y corrió hasta el potro del amor; aventó una toalla encima y se acostó de espaldas. “Ven”, me dijo y levantó ese riquísimo par de nalgas que tan escondidas había tenido. Nada más de verla, mi erección se hacía más fuerte. Acaricié su exquisita piel que se erizaba, apreté sus nalgas fuertemente, me las quería comer ahí mismo, así que pasé mi lengua por todo su contorno. “Dame una nalgada”, me pidió, y obvio yo no era quién para dejarla con ganas. Apenas pude ver cómo sus nalguitas rebotaban con el manotazo, cuando levantó más la cadera y entonces yo ya no pude aguantarme. La volví a penetrar.
Daniela se movía riquísimo, sin perder el ritmo, como si estuviera bailando encima de mí. Yo nada más la veía, la sentía apretadida y caliente, jadeando, dándose sola lo que durante tanto tiempo me había negado.
No sé si estuvo leyendo cosas antes de su primera vez, pero, de la nada, se volteó sobre el potro, y bueno… ¿saben lo que es una rusa? Pues ya me pasó… Daniela frotaba sus pechos contra mí y me veía sin dejar de sonreír. Yo no me la creía. ¿De dónde habría sacado todo eso?… Pero la verdad es que en el momento no me importó mucho, todo estaba riquísimo y yo de verdad sentía que ya no me podía contener.
Pero aquello se trataba de darle su regalo de cumple a Dany, así que intenté concentrarme y la recosté sobre el potro. Separé sus piernas, aspiré su aroma. Comencé a lamerla de arriba abajo y sentía temblar todo su rico cuerpo. Entonces, mientras yo la comía, bajó una mano y comenzó a tocarse… Ay esa Danielita… se movía contra mi cara, abría más las piernas y justo antes de que llegara al orgasmo, me dijo, así sin más “Te quiero dentro”. Pues de inmediato le hice caso. Le dí con fuerza, como ella me lo estaba pidiendo. Estaba tan húmeda, tan rica… Entonces dejó escapar un grito que me puso la piel de gallina, y exploté dentro de ella con toda la intensidad que me había estado guardando durante todo ese tiempo que me había tenido que contener.
Contentísima con su primera vez, Daniela siguió sacándole provecho a la habitación (y a mí). Quedó encantada con su regalo de cumple… Y yo más.